Se utiliza en aquellos casos en que existan piedras o litos de gran número o tamaño, así como aquellas piedras con una dureza mayor de lo cotidiano que no pueden ser extraídas de una manera simple a través de la vía urinaria natural.

Bajo anestesia regional o general se introduce una aguja metálica por la espalda hasta llegar al riñón, esta misma es guiada a través de radiografías en vivo que permiten su adecuada localización, y evita lesiones en otros órganos de alrededor. Una vez localizada la aguja en el riñón, el tracto se dilata de manera progresiva hasta que nos permite, a través del mismo, introducir instrumentos más grandes y así retirar las piedras de manera completa y segura.

Es un procedimiento de mínima invasión que requiere una vigilancia hospitalaria durante 48 horas, así como manejo analgésico y antibióticos intravenosos para prevenir episodios de infección. Durante la misma estancia se monitorean signos vitales, características de la orina y tolerancia a los alimentos para descartar complicaciones asociadas al procedimiento. Es cotidiano el sangrado por la orina y puede durar varios días después del procedimiento. Al salir del hospital se continúan los cuidados en casa durante 10 a 14 días con un reposo relativo y medicamentos vía oral para evitar molestias. En algunos casos se requiere el uso de catéter o drenajes que pueden ser conectados a través de sondas de manera interna o externa por medio de la piel, según sea el caso.

Las recomendaciones generales incluyen reposo relativo, evitar ejercicios intensos o vigorosos, tomar abundantes líquidos para ayudar a la expulsión de residuos de piedras o litos y evitar la formación de coágulos en la vía urinaria.